lunes, 25 de marzo de 2013

La ironía

¿Oyes tu mis quejidos? Yo ya no, porque me he acostumbrado a ellos, como se acostumbra un fumador al olor del tabaco y no lo nota. Como se acostumbra una loca a que le sujeten las manos y aparten los objetos peligrosos de su alrededor, como se acostumbra un perro asesino a su bozal. Las teclas del piano tocan solas, se hunden, intentando conseguir con su sonido tu voz. Y a mí este cielo no me engaña, sé que eso que acabo de ver no es una estrella fugaz, sé que eso era la cometa de un niño ardiendo, porque puedo sentir su calor. Puedo sentir lo caótico, la destrucción, el dolor. Puedo sentir la mierda a mis espaldas. No puedo sentirte. Siempre me gustarán tus manos, tu voz, tu mirada y tu sonrisa. Me quedaría con eso toda la vida. Me enamoraría de el sonido de tu caminar, de tus enojos, de tu pereza, de tu sonreír, me enamoraría del aire que te roza las mejillas pero ¿Para qué? Si eso es algo de lo que ya llevo tiempo enamorada.

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